En 1990, los psicólogos e investigadores John Mayer y Peter Salovey, a raíz de la publicación de dos artículos, acuñaron el término Inteligencia Emocional.

De las diferentes definiciones de Inteligencia Emocional que proporcionaron estos autores, es interesante observar los matices finales de la definición de 1997 en la que señalan: “La habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud, la habilidad para acceder y/ o generar sentimientos que faciliten el pensamiento, la habilidad para comprender emociones y el conocimiento emocional, y la habilidad para regular las emociones promoviendo un crecimiento personal e intelectual”.

Según la definición anterior, cabría preguntarse, si todo aquello que promueve un crecimiento personal e intelectual, permite dar un mayor y mejor sentido a la vida de cada ser humano.

Viktor Frankl en su conocido y recomendado libro para reflexionar El hombre en busca de sentido, plasma cómo se puede ser capaz de encontrar sentido a la vida, incluso viviendo situaciones muy dramáticas y horrorosas como las que él personalmente vivió en los campos de concentración de Auschwitz, donde infundía a otros reclusos como él, la fortaleza interior que habían perdido en esas condiciones, proponiéndoles un objetivo, una esperanza que diera sentido a su vida y la fuerza necesaria para soportar aquel infierno que estaban viviendo y seguir adelante, como fue el caso de Frankl.

En el libro El hombre en busca de sentido, se pueden encontrar aspectos tan importantes para profundizar como: “el valor de una conducta recta y adecuada”, o “vivir significa asumir responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la vida plantea, cumpliendo la obligación que nos asigna”. Si se observan ambas citas, se puede extraer como resultado, lo importante que es en la vida ser guiado por una buena capacidad para discernir, para valorar lo que es verdaderamente importante de lo que es superfluo o innecesario.

La falta de discernimiento es un auténtico drama en la vida de numerosas personas, ya que sin una adecuada capacidad para discernir se puede ser como barcos a la deriva, sin rumbo, sin capacidad para valorar lo adecuado o importante de lo inadecuado o de aquello que puede complicarse la vida.

Cada ser humano es único, por ello, cada destino es también distinto y único, y cada situación requiere de respuestas diferentes. Hay seres humanos pasando por situaciones objetivamente muy dolorosas y muchos de ellos consiguen que sus vidas tengan un sentido, un propósito que les guía a pesar de pasar por dichas situaciones; en cambio, se puede observar como otras personas que lo tienen todo más fácil, sus vidas, en el fondo carecen de sentido. Paradójicamente, el tenerlo todo fácil no garantiza el responsabilizarse por encontrar un sentido a la vida que merezca ser compartido y puesto al servicio de los demás.

Nietzsche señaló: “quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”. Hablar del sentido de la vida, significa estar conectado y ser consciente de lo que es verdaderamente importante en la vida de cualquier ser humano, aquello que verdaderamente hace sentir que merece la pena vivir, que merece sacrificios y pasar por situaciones difíciles. Por tanto, hablar de sentido de la vida no es lo mismo que fundamentar la vida en expectativas ilusorias, o en estar motivado por la codicia del logro o por la búsqueda del reconocimiento o del éxito como único fin. Todo esto último puede generar estados de frustración, envidias, vacíos existenciales…

La Dra. Maribel Rodríguez indica: “el sentido de la vida de muchas personas se ha instalado en un hedonismo infantil que les ha convertido en seres frágiles. Son personas que no son conscientes de que su comodidad no puede durar eternamente… Estamos en un momento histórico en el que la ansiedad y la depresión van en aumento, así como el número de suicidios que suceden diariamente”.

Las personas están muy determinadas entre otras cosas, por las influencias de las culturas, del momento histórico, de los valores imperantes, de los medios de comunicación…, y todo esto hace que la atención de muchas personas esté más centrada en aquello que recibe o no de la vida, y no en aquello que la vida espera de cada uno.

El sentido de la vida suele ir aparejado con un estado de plenitud interna, de motivación intrínseca, en la que la atención y la intención está enfocada en todo aquello que se puede aportar, independientemente del entorno en el que una persona se mueva, ya sea en un entorno de relaciones significativas, entornos laborales o sociales.

La Psicología Existencial es una de las diferentes ramas de la psicología que entre sus finalidades, está la de promover el proceso de autoconocimiento, el por qué se hace lo que se hace, el sentido de la propia existencia, el establecimiento de las propias metas de vida.

Por todo ello, una de las diferentes propuestas del máster multidisciplinar y transversal en Inteligencia Emocional impartido por el Instituto Psicobiológico, es promover un proceso de concienciación a través de un riguroso autoconocimiento que permita encontrar aquellos sentidos de vida personales, que solo son accesibles mediante un trabajo interior. Esta es la razón de que uno de sus contenidos sea la Psicología Existencial, que promueva ese crecimiento personal e intelectual de los padres de la Inteligencia Emocional que son los psicólogos Mayer y Salovey.

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